El ser humano del tercer milenio parece decidido, se diría, a hacerse más inteligente por vía osmótica. O eso, o ha renunciado, directamente, y está delegando eso de la inteligencia en sus máquinas más cercanas (que no es mala idea, visto a dónde hemos llegado solitos). Así, vivimos entre smartphones, Smart TVs, smart contracts…
No hace falta haber pasado cinco años en Oxford para saber hacer la traducción; estamos hablando de las llamadas “casas inteligentes”. Hasta ahí todo claro, pero habrá que saber qué son realmente estas casas inteligentes, porque se diría que están a la vuelta de la esquina y… bueno, yo he visto alguna casa espabilada, pero lo que se dice inteligente, inteligente…
Con las casas inteligentes ha pasado un poco como con los coches voladores que la generación X creía que vería allá por el 2000. Son un viejo sueño (o pesadilla) retratado en cientos de películas y comics; tenemos, más o menos, la tecnología para desarrollarlos; pero, a pesar de todo, no han llegado a desarrollarse e imponerse de forma generalizada.
¿Y eso? ¿Qué tienen o qué les falta a las smarthomes para convertirse en el pan nuestro de cada día? ¿Qué tiene que ver con la domótica? En este post te damos la definición, las características principales, sus pros y sus contras y hasta nos atrevemos a opinar acerca de su mesiánica venida.
Los ingredientes básicos de una smarthome
Lo de la definición va a ser breve. Una casa inteligente es una vivienda (valdría para otro tipo de construcciones, claro) en la que la gestión está automatizada, los distintos elementos conectados entre sí y pueden dar un servicio personalizado y optimizado a lo largo del tiempo. A que no era tan difícil.
O sea, que en realidad es necesaria la conjunción de tres elementos para poder considerar a una casa como una casa inteligente:
- Domótica. La domótica es una batería de sistemas de automatización de tareas domésticas. De las tareas más variadas, desde la iluminación a la limpieza, pasando por la calefacción, la seguridad, el confort, las comunicaciones, los suministros, el entretenimiento…
- Interconexión. Una de las piezas clave del asunto es que esos diferentes sistemas “hablen” entre sí. Lo que tradicionalmente venía solucionándose (mal que bien) a base de radiofrecuencia o similares está a punto de dar el salto definitivo con el internet de las cosas.
- Servicio inteligente. Automatizar una tarea no es suficiente. La nueva tecnología denominada machine learning (la inteligencia artificial de toda la vida) puede conseguir que las máquinas “aprendan” para darnos un servicio de gestión doméstico cada vez mejor y más adaptado a nuestros gustos y necesidades.
Claros y oscuros de las smarthomes
Esta mezcla de ingredientes ya se da, y con muchas aplicaciones. El caso de las televisiones inteligentes es el más evidente, pero también se aprecia en termostatos que detectan los hábitos de los ocupantes de la casa, puertas diseñadas para reconocer a los habitantes, bombillas que se autorregulan en función de la iluminación natural, neveras que te hacen la lista de la compra…
…detectores y predictores de averías, cámaras de seguridad accionables desde el móvil, sistemas de riego con programas autónomos en función de las necesidades del jardín, garajes que revisan la mecánica del coche (aunque eso pronto estará obsoleto en Madrid al menos), dispositivos para alimentar a tus mascotas, teleasistencia médica, lista de tareas (a muchos nos vendría guay)…
NOTA: Los hijos que saludan educadamente a sus padres cuando llegan de trabajar hay que encargarlos aparte. Entran en la categoría de robótica pura y dura.
Entonces, ¿cuál es el problema? Bueno, hay varios…
- Como las casas inteligentes todavía están en pañales, no existen protocolos universales para que los dispositivos de diferentes procedencias y con distintas tecnologías puedan comunicarse de forma fluida entre sí. Cada empresa fabricante tiene su propio “idioma”. Ahora no tenemos casas inteligentes, sino Torres de Babel.
- Es una tecnología demasiado compleja, todavía. Para ir más allá de lo más elemental hace falta simplificar más y hacer el conjunto fácilmente accesible incluso a los más refractarios a la tecnología. Es imprescindible si hablamos de edificios inteligentes.
- Si estamos cada vez más advertidos y temerosos de lo fácil que es trastear con nuestros datos, correos electrónicos y cuentas bancarias, imagínate la paranoia poniendo la seguridad de nuestra casa al alcance de cualquier hackercillo de tres al cuarto. Este es sin duda el gran desafío: la seguridad del sistema.
En cuanto solucionen estas tres cosillas de nada, las smarthomes brotarán como champiñones tras la lluvia. Ya lo estoy viendo… El término “vivienda domotizada” se unirá a “primeras calidades” y “orientada al sur” en el repertorio del agente inmobiliario más pedestre. Y es que nada nos gusta más, al ser humano del tercer milenio, que entregar tareas, decisiones y responsabilidades a las máquinas que nos rodean.