Suena a algún tipo de nueva y depravada práctica, pero no, qué va. Es, simplificando mucho, una forma distinta de vivir y convivir. Si te interesa qué es el cohousing (o “covivienda”, en román paladino), no dejes de leer, que a continuación te explicamos de qué va la idea y su aplicación práctica en algunos casos.
El cambio de paradigma mental por el que estamos transitando en este arranque de la Era de Acuario (no quisiera asustaros poniéndome muy new age, era por hacer la gracia) se manifiesta como puede. Sin prisa, pero sin pausa. Pero esto no es una comuna o algún experimento social similar; es, probablemente, la salida más realista a un modelo decadente.
¿Qué modelo decadente? ¿Y tú me lo preguntas? Los alquileres que suben, los vecinos que no se hablan (salvo para echarse los trastos a la cabeza), los servicios son cada vez más limitados… En fin, que mucha gente tiene fundadas críticas que hacer al modelo de “una familia, una casa propia” que tanto ha cundido en la España de la segunda mitad del siglo XX.
Tal vez conozcas por experiencia propia las virtudes y dificultades de vivir con otra gente. A veces sale bien, a veces no tanto. En nuestro blog ya hemos hablado de esto bastantes veces, pero refiriéndonos a compartir piso, que es mucho más frecuente. Hoy nos adentramos en el nuevo horizonte del cohousing.
Definiendo el Cohousing
Lo primero es lo primero: ¿qué es el cohousing? Más o menos (porque la casuística es inmensa) se refiere a una comunidad habitacional en la que las viviendas son privadas (o sea, cada familia vive en su propia casa) pero abundan los espacios compartidos (o sea, que buena parte de la vida se hace en común).
La administración de las coviviendas también se comparte. Es decir, los habitantes gestionan el cohousing de forma colectiva, tanto en la administración como en la toma de decisiones. No hay jerarquías, pero sí una cierta responsabilidad de quienes asumen ciertas tareas. En todo caso, las decisiones se toman, normalmente, por consenso.
Para hacernos una idea… Imagínate un grupo chalets adosados. Imagínate que los propietarios ponen en común sus respectivos jardines, destinan una zona de aparcamiento común, construyen un comedor y cocina colectivos, crean zonas para niños, ponen un huerto y se reúnen de vez en cuando para organizarse. Más o menos eso podría ser un cohousing “de manual”.
En cuanto a las formas, hay tres patrones básicos (y legales) a los que se puede adherir un cohousing: sería una propiedad privada con áreas comunes, un condominio o una cooperativa. Lo más propio sería llamarlo “cooperativa de cesión de uso”, conforme al pionero modelo Andel danés de los años sesenta. Básicamente, la propietaria es la cooperativa, que cede el uso de forma indefinida a los participantes.
Dirás que eso se parece mucho a una cooperativa o una comunidad de vecinos de toda la vida… Y no te falta razón. Tampoco es la revolución, ya te lo dije antes. En realidad, el meollo del asunto suele estar en la actitud de los residentes, que quieren vivir una relación más intensa y colaborativa con sus vecinos. Es la clave, también, para que algo así pueda funcionar.
Ventajas, requisitos, variedades
Y el caso es que funciona, o eso parece. ¿Cuáles son las ventajas que están haciendo a cada vez más gente volcarse hacia este modelo?
- Como ya hemos dicho, las relaciones entre vecinos se disparan. Aquí hay que hablarse sí o sí; y no sólo eso, hay que tomar decisiones entre todos.
- Por otra parte, los costes de todo tipo se reducen. Los gastos en suministros o en mantenimiento son, lógicamente, menores.
- El cohousing tiene un menor impacto ambiental. Por lo mismo: compramos juntos, pero también consumimos juntos, de una forma más eficiente.
- Aquí se hace lo que los residentes deciden (dentro de la legalidad, se entiende). No se puede decir que a ti nadie te ha preguntado…
En esta España nuestra el modelo está arraigando sobre todo como sustituto de las clásicas residencias de ancianos como una alternativa más social y autónoma. Y no me parece mal, al contrario. En todo caso, hay muchas iniciativas en marcha, como puedes ver en este estupendo mapa de la vivienda colaborativa en España.
Así, sin renunciar a la libertad individual, pero rechazando la individuación alienante que predomina en nuestra sociedad, surge esta tercera vía, pragmática y atractiva. Para vivir toda la vida cerca (¡pero no con!) tus amigos, para convivir con gente afín, para afrontar nuevos desafíos existenciales y para, simplemente, aprender a vivir de otra manera, una más satisfactoria.
Aviso para navegantes entusiastas. Como habrás imaginado ya, hace falta una cierta cohesión ideológica entre los residentes de un cohousing. La opción de “ir a la nuestra”, simplemente, no existe. La convivencia siempre tiene sus momentos complicados. Si los residentes no piensan parecido (están dispuestos a colaborar y participar activamente en la vida común), apaga y vámonos.
En la web de Spotahome ya puedes encontrar algunas opciones dentro de la gran familia del cohousing. Esperamos que con el tiempo aparezcan muchas más.