Sería presuntuoso intentar abarcar aquí, en estas pocas líneas, un amplio y ubérrimo periodo, donde la influencia política y cultural de España alcanza su máxima exposición. El llamado Siglo de Oro suele considerarse desde el descubrimiento de América (1492) hasta la muerte de Calderón (1681). ¡En realidad casi 200 años!
Como ya vimos al analizar el barrio de Lavapiés, Madrid crece enormemente con el traslado permanente de la Corte en 1561. Surge el primer pelotazo inmobiliario.
A su vez, grandes artistas, filósofos y humanistas vivieron y crearon magníficas obras entre iglesias, tabernas, corrales de comedias y prostíbulos de lo que hoy es el barrio de Las Letras.
En el teatro, surgen legión de innovadores. Osan mezclar géneros como la tragedia y la comedia. Alteran la estructura, experimentan con formatos y lenguaje. Y beben de las fuentes populares hebreas y árabes elevándolas con la influencia del Renacimiento italiano. El teatro mola.
Una época exuberante en la que Lope de Vega, Cervantes, Calderón de la Barca o Tirso de Molina crean un patrimonio que servirá para inspirar infinidad de obra posterior.
A continuación, en Spotahome proponemos un pequeño recorrido por algunos de lugares que reflejan la presencia de algunos insignes escritores por el centro de Madrid. Un paseo literario por el siglo de oro.
Plaza Mayor
La Plaza Mayor es el centro neurálgico del Madrid del siglo de Oro, pues en ella se dan los principales espectáculos públicos.
Todas las mejores plumas escribieron Autos Sacramentales: grandiosos espectáculos de afirmación de la fe cristiana que acababan en catarsis colectiva, con eucaristías de participación de todo el público asistente.
Allí también se divertían con la lidia de toros, tras cubrir con arena el enlosado y vallar el perímetro. Los propios Reyes seguirían el espectáculo desde la céntrica Casa de la Panadería.
No faltaba La Inquisición proponiendo su entretenimiento moralizante: quema de brujas, herejes, judíos y relapsos; condenados a perecer por el fuego purificador. (Hubo 74 reos enviados a la hoguera en 1680).
Colegiata de San Isidro
Como muestra de la pujanza intelectual de aquel Madrid, en 1622, los jesuitas fundan la Colegiata de San Isidro y el colegio Imperial anexo en la calle Toledo.
Allí estudiaron Lope, Tirso, Quevedo y Calderón, entre otros ilustres alumnos. Algunos historiadores añaden que se trata del centro educativo más antiguo de España. Fue la primera sede de los jesuitas y catedral de Madrid entre 1895 y 1992. Hoy vale la pena admirar su preciosa cúpula.
Calle Cervantes
Pocas huellas quedan del paso del creador de El Quijote por la capital. Como su caballero errante, Cervantes llevó una vida de aventurero y pasó poco tiempo en Madrid. Compró una casa en la esquina de la calle de su nombre, un año antes de su muerte en 1616. Pero fue derribada en 1833.
Sabemos que la primera impresión de El Quijote fue en 1605 (imprenta de Juan de la Cuesta, actual sede de la Sociedad Cervantina, en la Calle Atocha, 87). Cervantes fue enterrado en la iglesia de Las Trinitarias aunque se ha perdido un rastro que el Ayuntamiento busca afanosamente.
Precisamente en la calle de Cervantes se encuentra la insigne morada de Lope de Vega, quien compró esta casa solariega de ladrillo con patio en 1610. Entre sus muros escribió comedias, poesías y su gran novela "La Dorotea".
A diferencia del itinerante Cervantes, Lope fue aburguesado y viajó poco. A cambio, esta estabilidad permitió una prolífica producción de todos los géneros literarios. (Se le atribuyen al menos 314 comedias). También fue un mujeriego. Tras hacerse sacerdote, con 54 años protagonizó un gran escándalo dejando embarazada a una joven de 26. Solo su fama e influencias lo mantuvieron fuera de la cárcel.
Plaza de Santa Ana
El otro gran faro literario es Pedro Calderón de la Barca, que al igual que Lope se ordena sacerdote en su madurez. Algo misógino y siempre moralizante, seguro se estremecería con muchas de las divertidas obras de Lope. Tres siglos ya que los humanos nos cuestionamos nuestra existencia tras presenciar "La vida es Sueño".
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión. Una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.
Su estatua de mármol en la plaza de Santa Ana mira al actual Teatro Español. Allí, en lo que antaño era el corral del Príncipe, con capacidad para 1.500 espectadores, se representaron muchas de su centenar largo de obras.
Plaza de Tirso de Molina
Tirso de Molina es el pseudónimo de Fray Gabriel Téllez, al que sus superiores prohibieron escribir teatro. Su obra cumbre es "El burlador de Sevilla y convidado de piedra". Plasma por primera vez el mito de don Juan, el eterno seductor incapaz de asumir responsabilidades y el honor de unos y la "honra" de otras por medio que seguirá dando juego dramático en infinidad de óperas, novelas y obras teatrales posteriores.
Su estatua preside la plaza del mismo nombre.
Nos quedan muchos otros autores como Lope de Rueda (el gran pionero), Ruiz de Alarcón, o Góngora: inquilino efímero de Quevedo quien compró (cara) la casa en 1620 para darse el gusto de desahuciarlo. Invitamos al lector a investigar por su cuenta el apasionante patrimonio de este barrio.