Mitos y Realidades de Dubái
Dubái, uno de los siete emiratos árabes, está rodeada de mitos y leyendas. Antes el desconocimiento de este lujoso enclave en la península arábiga era mayor, pues apenas había españoles que residieran allí o viajasen hasta el emirato. Sin embargo, en la última década son muchos los que se han lanzado a la aventura de trabajar en la llamada "perla del desierto". Como consecuencia lógica, también son miles los españoles que han ido a visitar a sus familiares y amigos en tierras lejanas.
Generalizar nunca es bueno y menos si todavía no hemos vivido por nosotros mismos una ciudad. Y Dubái se enfrenta a varios estigmas. Sin embargo, cada amigo mío que ha residido en Dubái, me cuenta una realidad completamente diferente. Por tanto, analicemos qué es un mito y qué una realidad en Dubái.
Es un desierto
Son muchos los que tienen esta imagen de pleno desierto. Desde el aire, hasta que se llega al centro neurálgico, sí que lo parece. Después, desaparece la arena y llega el asfalto. No obstante, al ser construcciones prácticamente nuevas, han ido generando espacios verdes y muchas, muchísimas piscinas. El máximo exponente es la conocida como las Islas Palmeras, una de las obras de ingeniería más sorprendentes de los últimos años. Aunque es verdad que el que se adapta allí a la vida, ya no nota el calor porque hace vida dubaití, yendo del coche (con aire acondicionado) al trabajo (también con aire acondicionado), después a los centros comerciales (con aiare acondicionado) y luego al gimnasio (con aire acondicionado) o a la disco (al aire libre en una azotea o con aire acondicionado), lo cierto es que hace mucho calor. Hoy, por ejemplo, hay una máxima de 41º y una mínima de 29º, pero en verano se pueden superar los 50º durante el día. Eso sí, el invierno es suave, de 25º-15º.
Cuánto más grande, mejor
Es una realidad que todo lo que se hace, construye y organiza en Dubái tiene que ser enorme. El menos es más no existe en Dubái. Los edificios, las grúas, los coches, los yates, los bolsos y hasta las gafas de los dubaitíes son gigantescos. Eso es así. Hasta parece que las autoridades de Dubái no se quedaron tranquilas hasta que no construyeron el edificio más alto del mundo. El famosísimo rascacielos Burj Khalifa, de 828 metros y 163 pisos (el último a una altura de 585 metros) es la mejor prueba de ello.
Todos son ricos
No siempre la ostentosidad es el baremo para medir la riqueza, pero en el caso de Dubái no anda desencaminada. Eso sí, hay que tener en cuenta que el 85% de los trabajadores de Emiratos Árabes Unidos son extranjeros, la mayoría de países pobres del sureste asiático que viven en condiciones lamentables. En cuanto a los habitantes locales, el PIB per cápita, el año pasado fue de 68.200 dólares, es decir, los 14º más ricos del mundo.
Mujeres de segunda clase
Capítulo aparte merecen las mujeres. Al final, mis amigas han vivido en un entorno de expatriados, en los que no han notado apenas diferencias y han sido respetadas tanto en el trabajo con el resto de ámbitos. El consejo que dan todas es no meterse en líos y menos con dubaitíes. Pero allí, las dubaitíes todavía tienen que pedir permiso a un hombre (padre o hermano) para casarse o volverse a casar. Las dubaitíes también tienen prohibido casarse con un hombre no musulmán. ¡Así que aviso para navegantes si os enamoráis de una dubaití!
Islam
Obviamente, el islam es la religión principal de Dubái, pero sí que aceptan a otro tipo de fés y confesiones religiosas. Eso sí, el código de vestimenta debe ser mucho más decoroso que en otras partes del mundo, durante el ramadán no se puede beber y comer en público. En cuanto al alcohol, se puede comprar en ciertas tiendas y en muchísimas de las discotecas de Dubái. Lo que no se puede es beber en la calle ni ir extremadamente borracho en público.
Muestras de cariño
Las muestras de cariño no se ven bien. Los besos, los abrazos, es mejor darlos en privado o en las zonas para expatriados. Las parejas que sí estén casadas, pueden ir de la mano, pero si lo que se quiere es no llamar la atención, es más conveniente aguantarse las ganas. Pero por un pequeño desliz, no va a pasar nada. Otra cosa que es una realidad es que no se puede compartir piso entre personas de distinto sexo que no sean un matrimonio. Un compañero de universidad, de trabajo o tu pareja no podrá ser tu compañero de piso. En los hoteles, eso sí, miran para otro lado. No conozco a ninguna pareja extranjera a la que le hayan pedido el libro de familia.