Si estás en España un 22 de diciembre y pones la tele o la radio por la mañana, es casi seguro que oirás un par de tiernas y a veces chirriantes voces infantiles entonando a dúo un cansino soniquete de cifras. Si tienes la paciencia suficiente, lo escucharás durante varias horas casi seguidas, interrumpido ocasionalmente por el torrencial ruido de miles de bolitas de madera cayendo en un bombo, y por muy puntuales pero seguras explosiones de emoción e histeria.
En Spotahome no queremos que te pierdas ni un detalle de lo que puedes vivir en este maravilloso país, así que aquí tienes todo lo que hay que saber, ¡Bienvenido al Sorteo Extraordinario de Navidad!, un sorteo de lotería con una larga tradición y preñado de tipicismos que no pueden faltar año tras año en nuestro repertorio navideño. Lleva celebrándose desde 1811, cuando se celebró en Cádiz, la única ciudad española libre de la invasión francesa del momento; se ve que pensaron “bueno, a ver si nos cae algo que no sean bombas…”
Todo un microcosmos de la suerte
Así resumiendo mucho, es un simple sorteo de 100.000 números fraccionados en series y décimos. Hay abundantes premios; el mayor, llamado el Gordo, rinde 20.000 euros por euro jugado (que no es mucho), y entre segundos, terceros, cuartos, quintos, pedreas, aproximaciones, centenas, decenas y reintegros habrá 14.000 números premiados (que sí es mucho).
O sea, que es relativamente fácil que toque, pero no demasiada cantidad. A quien le toca fijo es a Loterías del Estado; aunque el 70% de los 3.400 millones de euros ingresados se reparte en premios, es su “temporada alta” (un tercio de su recaudación anual, que no está nada mal).
La lotería de Navidad tiene un importantísimo componente social. Muchísima gente compra (el que no lo hace se distingue de la multitud) y regala fracciones (a veces mínimas, incluso de un euro) a familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, parroquianos de bar, etc. De hecho, la gente la compra no tanto por ganas de que le toque, sino por miedo a que le toque al de al lado y a él no. España en estado puro.
Todo un mundo de estadísticas...
Será por lo que sea, pero el caso es que este sorteo apasiona a los españoles. Las participaciones empiezan a venderse en julio, el spot publicitario es de los más esperados y comentados del año (que le pregunten al calvo de la lotería) y todos tenemos alguna imagen familiar relacionada en el catálogo de “entrañables”. Yo, a mi abuela en bata paterna pegada al transistor (de aquella se llamaba así) de buena mañana, hasta que salía el Gordo y se iba a hacer sus cosas.
Típico y tópico
Hay alrededor todo un ritual con cierto encanto. Las bolas se custodian, mezclan y extraen de una forma precisa, y la mano inocente la ponen indefectiblemente desde 1771 los niños de San Ildefonso (colegio de huérfanos), uno a los números y otro a los premios. En cierto momento, uno de ellos pone la trémula mano sobre las barritas que almacenan las bolas aparecidas (¡nada de 2.0!) y canta un premio grande. Y el país detiene la respiración…
Es el momento de informar rápidamente dónde ha caído el premio (que para algunos siempre cae en los mismos sitios y para otros no, misterio), acudir apresuradamente a la administración y entrevistar raudos y veloces a los afortunados, que explican si el número es bonito o feo (¿?) o si lo eligió por una corazonada o porque es la fecha de nacimiento de su tía la del pueblo.
Y es que pocas… cosas, así en general, reúnen tantos topicazos como este sorteo. Desde las colas en el despacho lotero madrileño de Doña Manolita a los extravagantes disfraces de algunos de los asistentes habituales al sorteo, pasando por la entrevista al niño que canta el Gordo y la eufórica botellita de champán en la administración que lo ha vendido.
La susodicha administración
Y por supuesto, están las frases que no pueden faltar… Que si “el premio está muy repartido”; que si “lo importante es la salud”; que si “por lo menos cae la pedrea”; que si “este año el Gordo ha sido madrugador” (esta la odio); que si “el 00000 lo compra el Rey”; que si “a mí la lotería ya me ha tocado” (acompáñese de una tierna mirada a la novia, la parienta o los retoños); y así un largo etcétera.
Hemos dejado la mejor para el final: “siempre nos quedará El Niño”. Porque por si todo esto no fuera bastante, resulta que el día 6 de enero toca la revancha: el Sorteo Extraordinario del Niño, otro sorteo semejante donde los españolitos, de forma casi mecánica, invierten lo que les queda de los excesos navideños. Tú última oportunidad para… “tapar unos agujeros”.