El Santo Grial, un poco de decencia en la clase política y el compañero de piso ideal son las tres cosas que la Humanidad busca sin éxito desde la noche de los tiempos. No hay que darse por vencidos, por lo menos de momento. Hoy vamos a intentar ayudarte a encontrarlo, y veremos que depende, en gran medida, de ti mismo.
Compartir piso de alquiler es una experiencia enriquecedora, dicen. Personalmente, siempre lo ha sido. Pero es verdad que, en la compañía equivocada, puede convertirse en un infierno. Si la alternativa de buscarte un alquiler para ti solo no va contigo, más te vale poner atención a los siguientes consejos cuando pretendas encontrar buenos compañeros de piso.
A la caza del compañero de piso ideal; ¿cómo reconocerlo?
Habrá que empezar definiendo cómo es el compañero de piso ideal. Veremos enseguida que cada uno tiene su propio patrón. Así, no es que el compañero de piso ideal sea una especie en extinción, es que mientras para uno este compañero modélico tiene que ser limpio relimpio, otro preferirá que no haga ruido después de comer y respete la sacrosanta siesta.
Entre los varios tipos de compañeros de piso que en el mundo han sido, normalmente tendemos a elegir a los que más se parecen a nosotros o con los que mejor congeniamos. Esa es la razón por la que muchos nos vamos a compartir piso con amigos. Y esta es la razón por la que muchas amistades se rompen al empezar a convivir. La idea que hay que retener es que no siempre es buena idea compartir piso con amigos.
Esto es lo ideal...
Si a pesar del consejo decides irte a vivir con unos colegas, procurad que todo quede muy claro desde el principio, porque donde hay confianza, ya se sabe. O sea, juntaos un día para hablar en serio de lo que espera cada uno, los requisitos y líneas rojas de cada cual. Si veis que va a ser imposible, no forcéis, porque podéis cargaros una amistad así de fácil.
Con frecuencia es más sencillo empezar de cero con los compañeros de piso, sin ideas preconcebidas y con los límites claros. En mi experiencia, solemos cometer un grave error: considerarnos a nosotros mismos el rasero para medir a los demás; si los demás hacen lo mismo, también ellos sabrán encontrar defectos en nuestra conducta. Aquí todos tenemos que adaptarnos…
Cuando encuentres a tu compañero de piso ideal, guárdalo como un tesoro
Hay ciertas cosas que son innegociables para considerar bueno a un compañero de piso. Ser puntual en el pago del alquiler y los gastos comunes; colaborar en las tareas colectivas de acuerdo con los planes que os hayáis marcado (¿qué no os habéis marcado planes? Pues mucha suerte…); respetar las necesidades básicas (sueño, trabajo, pareja) y características innatas (monta una fiesta de vez en cuando, no soporta los eructos) de los compañeros.
Con eso, y visto lo visto por ahí, ya tienes un compañero de piso resultón. A partir de ahí todo son extras. Alguien que de vez en cuando hace el desayuno para todos, baja la basura más de lo que le toca y tiene un chiste preparado cuando hay que aflojar la tensión vale su peso en oro. No lo pierdas de vista.
... y esto es lo más realista.
Pero claro hablamos del compañero de piso ideal… El que siempre suma y nunca resta… El que te da y no te quita, el que ofrece sin pedir nada a cambio, de humor inagotable y paciencia a prueba de balas, que despacha con el casero, organiza la compra, llama a la pizzería, trae oscuros objetos de deseo a casa y el domingo al levantarte está dale que te pego a la fregona con una sonrisa en la cara y un zumito natural en la mano, que te ofrece con camaradería.
Bueno, ese no existe, seguramente (si te da rabia, nada te impide convertirte en él). Así que no lo busques. O sea, tal vez sea cuestión de ajustar nuestras expectativas y, sobre todo, nuestras propias actitudes. ¿Acaso alguien puede vanagloriarse con justicia de ser él mismo el compañero de piso ideal?