Cómo Sobrevivir al Síndrome post-Erasmus
Los bares han perdido su gracia, las copas ya no te saben igual. Las muletillas que usaban tus colegas hace un año ahora les parecen demodés y te miran raro cuando las usas. Ni siquiera la tortilla de patata de la abuela es lo mismo. Añoras las más nimias porquerías de esa ciudad europea, fría y cara, en la que has vivido los pasados meses…
Tienes todos los síntomas del llamado “síndrome post-Erasmus”. O sea, la bajona que te da al volver de tu estancia becada en otra universidad europea. Si te sirve de consuelo, le pasa a casi todo el mundo, y se pasa (normalmente) tras algunas semanas. En todo caso, aquí te damos algunas ideas para superarlo. Se condensan en una: tómatelo con humor. Este es el hilo musical recomendado de este post.
Oh, pobrecit@, que vuelve de Erasmus…
Te habían preparado, y de qué manera, para la ida, pero nadie te había hablado de la vuelta (ni tú te habías acordado de preguntar, claro). Ahora descubres que resulta que hay todo un submundo de depresión, inadaptación y consumo desaforado de las delicatessen que te has traído en la maleta. En Francia y el resto de la Europa civilizada se lo toman en serio.
Qué bonito era todo...
¿Es para ponerse así? Pues hombre, según se mire. Es cierto que cualquier proceso de repatriación acarrea ciertos desajustes emocionales lógicos; todo eso de la falta de identificación con tu entorno original, la idealización del extranjero y la dificultad para retomar normalmente las relaciones sociales y personales es una verdad como un piano. Hay a quien le pasa por irse dos semanas a Barcelona, conque no te digo nada si has estado un año en Reikiavik.
También te digo que no vuelves de una migración de 25 años sin saber nada de la familia, ni has estado picando piedra o en el frente de Verdún, ¿a qué no? Así que situemos las cosas en su justo lugar. He leído en algún lugar a alguien (no lo cito por piedad) decir que “volver de Esrasmus es la mayor mierda que te puede pasar”. Pues a mí se me ocurren muchas cosas peores, la verdad.
¿Nos ponemos un poco crueles y simplistas? Lo que te pasa es que tras 3-12 meses descubriendo nuevos lugares y viviendo experiencias inéditas, de borrachera semiconstante (y cuando no ligando con exótic@s extranjer@s), con un calendario académico más bien laxo y algo de pasta procedente de Europa y los bolsillos de los progenitores, cualquiera se deprime. Nosajo.
El síndrome post-Erasmus como un privilegio
Lo que sí es totalmente cierto es la incomprensión del mundo que te rodea y nuestra falta de preparación para afrontar esta especie de vuelta al pasado que sufrimos al volver de Erasmus. Ahí está la cosa. Para el resto del mundo, esta experiencia que te ha cambiado la vida no es sino anecdótica. Y tú no habías pensado que el mundo sigue girando en tu lugar de origen…
Míralo por el lado positivo. Tienes una oportunidad de oro para ver tu lugar de origen con otros ojos. No para ponerte snob y decir ocho veces al día “Pues en Austria…”, no. Para ver tu realidad desde fuera, con las experiencias de quien ha vivido, aunque sea de maneras muy distintas, en los dos lados. Todavía no lo sabes, parece, pero has incrementado un montón tu empatía, tu tolerancia y tu capacidad de relativización cultural.
Y cuantos... amigos he hecho...
La mejor forma de vivir con ello (porque pasarse no se pasa, es más, ahí está lo bueno) es aprender a darte cuenta de lo bueno que tiene el sitio en el que estás y a disfrutarlo. Sí, ya sabemos que las casas noruegas tienen un nosequé superguay, pero ¿qué tal se les da la cultura del tapeo? Mola aprender checo, pero con uno de tu pueblo te entiendes (para bien o para mal) con sólo miraros.
Un último comentario. Un Erasmus es una de esas cosas que te mete en el cuerpo el gusanillo del viaje, la trip fever o como quieras llamarlo. Quiero decir que a lo mejor ya no puedes parar, cual yonki de las experiencias internacionales. En ese caso, este síndrome será el primero de muchos que vendrán, más atenuados. Aprende a reconocer los síntomas y a encontrar los paliativos que mejor te funcionen.
Quédate con lo bueno. El malestar se pasa en algunas semanas, y siempre puedes hacer una escapada (aunque sea para descubrir que nada, tampoco aquí, es como lo recordabas). En todo caso, un poco de nostalgia no le hace mal a nadie, así que si te apetece agarrarte a tu almohada y llorar otro poco, aquí te queda este caramelito empalagoso. A mandar.