Charanga y Pandereta: las Fiestas Populares de Verano en España
Uno de los aspectos más interesantes, a mi modo de ver, de la cultura española es cómo ha pasado de ser una sociedad básicamente rural tradicional a convertirse en un país urbano y moderno (para lo bueno y lo malo). El cambio fue brusco y aún hay rasgos de la vieja España asomando bajo la globalizada y pulida, más bien barnizada, corteza del españolito medio actual.
Esos rasgos se evidencian en el verano porque, aunque ahora que somos europeos, ricos y cultos nos gusta ir de vacaciones a Bali o a la Patagonia, muchísimos acudimos todavía, como imantados, a las fiestas del pueblo. O sea, a la fiesta patronal del pueblo de origen de la familia. Un momento atávico, que desnuda la españolidad en su más pura esencia.
En este post vamos a intentar hacer una radiografía de las fiestas populares veraniegas españolas. No te lo pierdas, te servirá de guía para entender la fiesta y, sobre todo, a los asistentes.
Introito: la fiesta del pueblo
Todo español tiene un pueblo. Es de donde salió su padre o su abuelo para venir a la ciudad, donde todavía tiene algo de familia y al que acude en momentos puntuales… como en la fiesta. Porque todo pueblo tiene una fiesta. Por lo menos. Es la del patrón, santo o santa, con raíces relacionadas con la cosecha y todo eso (por eso suelen ser en verano, sobre todo en septiembre).
Pero vamos, que los orígenes etnográficos y las características folklóricas de la fiesta y sus singularidades no son la cuestión aquí hoy. Hoy no vamos a lo particular de cada fiesta, sino a lo que todas tienen en común. En una fiesta del pueblo no pueden faltar los siguientes elementos, a saber: pregón, procesión, peñas, verbena-concierto, juegos varios, fuegos artificiales y comida. Sobre todo, comida. Y bebida, claro.
Todo parece en calma... No te fíes
El pregón
El pregón es el acto que inaugura oficialmente las fiestas. Lo da algún tipo de personalidad (o famosete) relacionado con el pueblo (o que pasaba por allí) desde el balcón del Ayuntamiento, en la plaza. ¿Que qué plaza? Pues la plaza, cuál va a ser. Aquí sólo hay una. Donde está el pilón (y no preguntes más…).
La procesión
La fiesta tiene un lado religioso que no puede faltar. La imagen del patrón o patrona es paseada en volandas por el pueblo rodeada por las fuerzas vivas (las autoridades y gentes de bien del lugar) con el cura a la cabeza, normalmente desde y hacia el santuario. Misa, ofrenda floral y presentación de la reina de las fiestas suelen ser los fastos asociados.
Las peñas
En paralelo a la procesión comienzan a bullir los verdaderos guardianes de la fiesta: las peñas. Antiquísima institución hispánica, las peñas son grupos de amigos, normalmente jóvenes, con sus ritos de iniciación y membresía y un local cochambroso que durante la fiesta se convierte el su cuartel general para beber, comer, beber, preparar fechorías contra otras peñas, beber, invitar a los forasteros, beber, echar a los forasteros al pilón, beber…
Los trajes típicos no pueden faltar
La verbena-concierto
Para mí es sin duda el momento glorioso de la fiesta. Cae la noche y llega la hora de la música, el baile y los clichés. Puede ser una charanga de nativos claramente ebrios, un tipo tristón con un teclado y un micro o una de esas orquestas que dejan las giras de los Stones a la altura del betún, pero siempre tocarán las mismas: una de Rocío Dúrcal, una de Platero y Tú y, por supuesto, Paquito Chocolatero.
Los juegos
Juegos sencillos y recios, acordes al espíritu sencillo y recio de los lugareños. La cucaña, el torneo de mus, el partido de fútbol de casados contra solteros y tal vez un encierro con vaquillas. Y, para los chiquillos y los urbanitas, la feria con el saltamontes, una caseta de tiro al blanco y un castillo hinchable.
Los fuegos artificiales
Si no hay fuegos artificiales, la fiesta será un pufo; no llega ni a romería. Por lo menos, unos cuantos petardos tienen que caer. Además, suelen servir para señalar el fin del periodo de jolgorio y desenfreno, que habrá durado entre tres días y una semana. Es imprescindible compararlos con los de los años precedentes (normalmente cada vez son peores).
La comida
En paralelo a las celebraciones, los pueblos hacen de la comida la verdadera esencia de todo festejo. Reminiscencias de los tiempos de la escasez, imagino. Las cocinas de las peñas y los puestos de comida (ríete tú de los foodtrucks esos) funcionan casi 24 horas. No hay fiesta sin paella gigante, chorizada, sardinada o cualquier comida colectiva masiva. Y, a veces, varias.
Epílogo: la vuelta a casa
Tras los excesos llega la calma, y el ciclo anual vuelve a comenzar como si nada. Los urbanitas vuelven a sus ciudades ahítos de comida y bebida, embriagados por los recuerdos de cálidas noches y mozos/as exóticos/as. Todas se parecen y, sin embargo, cada una tiene sus peculiaridades. Por eso, para cada uno, la fiesta de su pueblo es la mejor. Ahí está la gracia.