Una de las cosas más importantes de una ciudad es que tenga personalidad. Que muestre carácter y frescura. Madrid es una de ellas sin duda.
Cada esquina, cada barrio, cada paseante está inmerso en un espacio que apetece estar. Hay mucho barrios en Madrid, con carácter propio y muy bien definido, como puede ser el Barrio de las Letras, Chueca, Malasaña, Lavapiés, Chamberí y sobre todo La Latina. Este último barrio lo recuerdo y lo disfruto de manera especial.
Cuando llegué a Madrid en el año 2000 fue uno de los sitios que más frecuentaba y a día de hoy lo sigo haciendo con bastante asiduidad. Me gusta La Latina. Perderse entre sus calles y encontrar bares donde disfrutar de un buen vino hablando de cosas serias y no tan serias, es parte del espíritu de este barrio madrileño.
La energía siempre es positiva, encuentras a gente dispuesta a darse a conocer, a charlar y a compartir experiencias nuevas. Es un espacio multicultural, donde el extranjero se siente partícipe y vive de forma muy real el espíritu castizo.
El mercado de la Cebada es el corazón del barrio, ahí encontrarás muchos productos para comprar. Alimentos buenos, donde la fruta sabe a fruta y el género es de primera calidad. También podrás degustar los productos dentro del mercado, ya que hay establecimientos acondicionados para ello. Es una tendencia que se ha puesto de moda, convertir el mercado de toda la vida en un espacio para comer y beber de primera mano. Del mercado al paladar, se podría decir.
La Cava Baja y la Cava Alta son de las calles más transitadas del barrio, en ellas hay una variedad muy grande de bares y restaurantes donde elegir diferentes tipos de cocina, desde lo más moderno a lo más tradicional pasando del tapeo a sentarse tranquilamente.
Los sábados y domingos, La Latina se llena de gente de otros barrios, madrileños y forasteros y mucha despedida de solter@. Entre diario, sus vecinos, muchos de ellos escritores, actores, merodean -a sus horas- por este espléndido barrio, otorgándole de un aire bohemio. Durante los findes, las terrazas se abarrotan y llegar hasta la barra del bar para pedir se convierte en una carrera de obstáculos. Sin embargo, las opciones de conocer gente y lo satisfecho que se siente uno mismo al lograr pedir, hacen que sigamos yendo los fines de semana a pasar el día a La Latina.
La Plaza de la Paja se llena de terrazas en las que verse y dejarse ver. Mis amigas y yo hemos pasado tantos domingos en el Naia (Cocina de mercado creativa), que siempre que paso, sonrío. También hemos ido a comer y ya quedarnos ahí tomando mojitos en La Musa de La Latina y en el Delic.
Casi todo el mundo que llega La Latina se distribuye por sus angostas calles y ¡hay tanto qué descubrir! Las tortillas de Juana La Loca, los huevos de Lucio, las roscas de El Almendro, los pintxos de Xirimiri, los vinos de Lamiak, la terraza de El Viajero... Hasta el primer restaurante ruso en España (El Cosaco) eligió La Latina para darse a conocer. Por ejemplo, bajando desde la Plaza de la Paja por la estrecha Calle de Alfonso VI se accede a dos gratas sorpresas: El Camoatí, un delicioso restaurante argentino ideal para comer con alguien que tiene conversación y un auténtico restaurante mexicano, La Taquería de Alamillo.
De noche, también hay marcha, aunque a las 2 o las 3 la gente ya se va de retirada a otros lugares de alterne. La mayoría fue a La Latina a tomar el aperitivo, después se animó a quedarse a comer y finalmente... ¡se lió! Si te suele ocurrir esto a menudo, hasta las 5:30 hay una divertídisma opción, el Berlín Cabaret (en Costanilla de San Pedro, 11), donde suele haber actuaciones y mucha gente con ganas de bailar.
Posiblemente ya sepas que "La Latina" era una monja, Beatriz Galindo, que no es que bailase salsa, si no que era una estupenda traductora y estudiosa del Latín. Casi 500 años después, seguramente este sea un barrio en el que "Carpe Diem", es entendido por todos sus vecinos y visitantes.
¿Qué es lo que más te gusta de La Latina?
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